Resulta que no puedo negar la
extrañeza a tu silueta dominante de cualquier noche envidiosa por
perderse en tu piel, o la evidencia crispada en tu pelo que devora
underground con bocados breves.
Relatar lo excéntrico de mi figura
radiada por panfletos que ve en tus ojos el silencio cuando dominas
la marcha callada, en el silencio de oro. Acabo entonces perdido, en
la conmoción de los acontecimientos imperantes que me llevan bajo
agua con la esperanza de encontrarte capitaneando la marea que te vio
nacer.
Quiero por lo tanto devorarte, como
tantas noches, desde los talones, para desnudarte y terminar
vistiéndote a besos. Raspar en la campana una conversación cómica
y tensa para olvidar el tiempo que ya contó demasiado. Despertar la
caricia de tu extraña rareza.
Dejemos que la obscenidad infiera en el mundo el rescate de una caricatura. Riendo de todo y hablando de nada.
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