
Los Pirahã(pronunciado [pira'hã] ) son un pueblo
amazónico que habita las orillas del río Maici y comprende aproximadamente unos
420 individuos[1].
Viven dispersos a lo largo de unos cuatrocientos kilómetros en pequeñas aldeas,
pero los grupos se mantienen en relativo contacto. Su lengua es quizás un
dialecto de la familia de las lenguas mura (actualmente los otros exponentes se
han extinguido, así que no tiene parientes lingüísticos vivos), y se ha
mantenido casi inalterada, en parte debido a una fuerte mentalidad de rechazo a
las culturas extrañas. Rara vez hablan el portugués o la língua geral, lengua franca amazónica, pese a que muchos de los
varones los entienden, lo que los convierte en una de las pocas tribus
monolingües que quedan mundo[2].
El valor lingüístico de esta tribu es extraordinario, ya
que poseen uno de los idiomas más peculiares que pueden siquiera concebir los
expertos. Pero su interés no se agota ahí, sino que -quizás debido a la
influencia de la lengua- son artífices de una visión del mundo y un modo de
vida cuanto menos curioso. Hay que admitir, no obstante, lo inapropiado de
la expresión “curioso” cuando hablamos
de etnología, y asegurar por cierto que cualquier grupo humano sobre el globo
terrestre es un magnífico espejo en el que uno puede mirarse para descubrir los
intríngulis de la condición humana y aproximarse a la comprensión de nuestros
principio y límite (también, e incluso especialmente, el Occidente
posindustrial en el que vivimos, si logramos abstraernos lo suficiente).
Empecemos hablando de la cuestión del número, que quizás
pueda parecer la más chocante. Los Pirahã, al parecer, no tienen números. En su
idioma existen sólo 3 palabras para definir cantidades. A primera vista no hay
mucho de qué sorprenderse, ya que las lenguas aborígenes de Australia tampoco
poseen numerales más allá de 1, 2, 3 y “muchos” (resolviendo cualquier cantidad
superior por la suma de los anteriores[3]).
Sin embargo, la particularidad del Pirahã no es que posea 3 números, sino que
no posee ninguno en absoluto. Sus palabras sirven para expresar “cantidad”. Se
usa una palabra para expresar “mucho” o “muchos” (hoí) y otra para indicar “poco” o “pocos” (hói). Se dice de la misma manera “muchos peces” que “un pez grande”.
En ambos casos el resultado se podría traducir aproximadamente por “mucho pez”.
Son cantidades relativas al contexto: diversos experimentos han comprobado que
no se trata de que a partir de un cierto número fijo de cosas se aplique una
palabra u otra, sino que en distintos experimentos llamaron “poco” a un
pan y “mucho” a dos, para luego llamar
“poco” a entre uno y cinco panes y “mucho” a entre seis y diez (no obstante, no
había del todo consenso y todos los participantes coincidían sólo cuando se iban
aproximando los extremos)[4]
La tercera palabra parecía al principio indicar “mayor
cantidad”, pero luego reveló ser algo semejante a “apilamiento” (que se refiere
más a cómo están relacionados los objetos que a su cantidad).[5]
¿Quiere esto decir que no pueden contar objetos? En
efecto. No sólo no pueden, sino que el mismo concepto de “contar” y todo lo que
implica la matemática les son ajenos. La ausencia de números, según el
lingüista Greville Corbett, es única entre las lenguas vivas actualmente en todo
el mundo[6].
Esto ha despertado un enorme escepticismo en algunos que creen que el cálculo
es algo innato al ser humano, y han pensado que debe tratarse de alguna
característica genética, como si se tratara de una tribu de retrasados. No
obstante, se ha comprobado que un bebé Pirahã educado en un contexto urbano se
vuelve un tipo perfectamente ordinario, incluso se ha visto a alguno llevando
las cuentas de una tienda[7].
Los que permanecieron en la tribu,
temerosos de que los estuvieran engañando en el comercio, trataron de
aprender algunas nociones básicas de matemáticas. Tras ocho meses de estudio
entusiasta, fueron incapaces de aprender a contar hasta diez o sumar uno más
uno[8].
Esto podría corroborar una teoría lingüística sobre la
cuestión del determinismo lingüístico, llamada “la hipótesis de Whorfiana”, que
establece que la lengua que habla una persona determina (hipótesis fuerte) o
bien tiene cierta influencia (hipótesis débil) sobre la forma en que esa
persona concibe y entiende el mundo[9].
También podría confirmar la teoría anterior, postulada por Edward Sapir [10],
de que no existe un mundo objetivo más que aquel que nuestra lengua nos permite
comprender, aplicando las etiquetas que esta contiene y manteniéndonos ciegos,
por tanto, a las categorías externas a ella.
A nosotros, en nuestra voracidad de todo medirlo y a todo
fijarle precio, con nuestro idioma rebosante de cardinales y ordinales, quizás
nos parezca inconcebible que un grupo de seres humanos no haya alcanzado algo
tan natural como los números, pero ¿qué tienen de natural en el fondo? Convendremos
en el fondo en que son entidades muy
abstractas. Puede que una persona no tenga necesariamente que conocerlas a
menos que se las enseñen, y que no tengan por qué ser descubiertas o
transmitidas de generación en generación a menos que sean muy prácticas. Y lo
son, en efecto, pero en el mundo sencillo y selvático de los Pirahã pudo darse
la posibilidad de que nunca hubiera necesidad de perfilar las cantidades más
allá de “poco” o “mucho”, y por eso no hubo necesidad de complicar las cosas.
Esto, sin embargo, no es lo que más quebraderos de cabeza
trae a los lingüistas, pues ellos han supuesto ya que pueden existir idiomas
sin número ni cuantificación. Una de las teorías casi intocables entre la
comunidad académica fue formulada por los eminentes Noam Chomsky, Marc Hauser y
W. Fitch en 2002 [11],
en la que se establecía entre otras cosas que lo único, en definitiva, que
distinguía al lenguaje humano de otros (como los lenguajes animales) es su
capacidad de poseer recursividad. Recursividad significa, simplemente,
capacidad de introducir gramaticalmente una estructura dentro de otra hasta el
infinito. Un ejemplo muy claro es la subordinación: “Pedro cree que María opina
que Pedro piensa que Juan exige que….” Teóricamente, esta estructura podría no
terminar nunca.
Bien, pues los Pirahã parecen carecer de recursividad[12].
Ellos dicen “el niño es simpático”, “el niño está sobre la rama” para lo que
nosotros construiríamos como “el niño que está sobre la rama es simpático”.
Pese a que las conclusiones parecen terminantes (fueron descritas por el
lingüista Steven Pinker como “una bomba lanzada en una fiesta”, siendo los
festejantes toda la comunidad de especialistas), hay una enorme controversia al
respecto de este descubrimiento demoledor, especialmente entre Daniel Everett y
Noam Chomsky [13]
Es hora de hablar un poco del tal Everett. Se trataba de
un profesor de fonología y fonética de la Universidad de Manchester, que hoy
día es decano de Artes y Ciencias en la de Bentley. Estudió profundamente la
tribu, en un principio como misionero, pretendiendo aprender su lenguaje para traducir la
Biblia a este ( (había sido imposible de aprender durante veinte años
por otros misioneros que habían estado en contacto con ellos[14]).
Estuvo viviendo con la tribu más de veinte años, y no ha perdido el contacto[15]
[16]
El acercamiento a su filosofía de vida lo cambió profundamente, hasta el punto
de que abandonó la creencia en Dios.
¿Qué de su estancia con los Pirahãle hizo perder su fe de
misionero? Uno de los factores más importantes fue su particular concepto de
verdad.
Su idioma posee un concepto llamado xibipíío. Quiere decir “salir o entrar de los límites de la
experiencia”, aunque, como se imaginará el lector, no fue sencillo llegar a
esta conclusión a base de conversar con ellos. Es usado tanto para referirse a
un avión que aparece por el cielo, como para alguien que va o vuelve de la
jungla, o la llama oscilante de una cerilla (se dice algo así como que está “xibipííando”). Otorgan una enorme
importancia a la fuente de la experiencia, y 3 de sus 16 formas verbales
temporales (se trata, no lo hemos dicho, de un idioma aglutinante, y su sistema
verbal es enormemente complicado) se refieren a la procedencia de la
experiencia que se comunica: vista personalmente, oída de otro, o deducida
racionalmente de la evidencia. No admiten una fuente de conocimiento que no
provenga de estas tres, y forzosamente tienen que ser explicitadas (en
comparación con lo cual el resto de las lenguas son muy ambiguas). [17]
Cuando Everett empezó a hablarles de Jesús, le preguntaron
si lo había visto. Él respondió que no. Le preguntaron entonces si su padre lo
había visto. Él respondió no. Finalmente, le preguntaron si alguno de sus
amigos lo conocía, a lo que respondió que nadie que él conociera lo había
conocido, y le contestaron “¿entonces para qué nos hablas de él?”, y perdieron
cualquier interés por la evangelización[18].
No obstante, según su mujer, Keren, que rompió todo contacto con Daniel -junto
con dos de sus tres hijos- tras conocer su falta de fe, el grupo no ha sido evangelizado porque el
evangelio no se les ha explicado con suficiente claridad. Daniel cree que
entienden su intención y su mensaje pero se consideran por encima de él, y que
él no les pudo dar razones justificantes que satisficieran su noción de verdad [19],
propia de un empirismo radical o de un pragmatismo como el de William James.
Los Pirahã no hablan, salvo raras excepciones, de lo que dijo alguien que ha
muerto, pues su contenido de verdad es difuso[20].
Tampoco usan tiempos como el pluscuamperfecto, que nos sitúa en un tiempo que
está más allá del pasado, y por tanto desligado completamente del presente.
Sólo usan los tiempos verbales que se pueden vislumbrar desde el presente, es
decir, presente, pasado y futuro. Con esto se comprende mejor por qué los
números, completamente exentos del entramado de la experiencia, les son tan
lejanos.
Del mismo modo, no tienen dioses, aunque poseen un
animismo basado en la creencia en pequeñas entidades sobrenaturales que pueden
tomar la forma de cosas, personas o animales, pero no llegan a ser divinas (no
debemos olvidar que uno de los usos más efectivos del sufijo verbal “lo vi con
mis propios ojos” es el de mentir). Incluso han llegado a tener alucinaciones
colectivas de un ser (Xigagaí) que
vive en las nubes estando el antropólogo y su hija delante, sin que estos vieran
absolutamente nada[21].
También se ha registrado cómo uno de ellos se disfrazaba y se presentaba ante
los demás, creyendo todos aparentemente (también el actor) que era un espíritu.
Es un caso de asociación de significantes preconcebidos a la experiencia, en un
estado cercano al trance. [22]
Poco a poco, el misionero descubrió que la felicidad que
él buscaba en la religión los indígenas ya la poseían, sin necesidad de nada
más, y que radicaba en que no se preocupaban por el pasado o el futuro.[23]
De hecho, ni siquiera tienen sentido de la historia ni algo tan básico como el
pensamiento mítico[24].
No tienen, en otras palabras, pensamiento lineal , histórico o teleológico, ni
se preocupan acerca del futuro lejano o el pasado lejano. Carecen de mitos de
creación, y también de historia oral, hasta el punto de que no hay memoria
colectiva más allá de dos generaciones[25],
y ninguno es capaz de recordar el nombre de sus cuatros abuelos[26].
Aunque es difícil o imposible a veces introducir conceptos para los que no
tienen palabras , cuando se les preguntó cómo creían que había sido creado el
mundo respondieron: “todo es lo mismo”[27]. Como otros pueblos de la selva poseen un
fuerte estoicismo, fruto del pragmatismo evolutivo del que vive sometido a las
duras condiciones de la jungla. Sienten pena por la muerte de sus familiares y
perros, pero se recuperan con relativa facilidad. No es viable dejar de cazar y
atender la aldea a cada defunción, en un lugar en el que morir a edad avanzada
es poco más que una esperanza. Los enterramientos se hacen con poca pompa,
aunque algunas raras veces imitan las cruces que ven en los sepulcros de los
brasileños, decorada con una burda imitación de escritura en portugués[28].
En efecto, sus “imitaciones” también son peculiares, pues
carecen prácticamente de representación artística. Los pocos intentos que se
han registrado son juguetes imitando aviones, que fabrican cuando aterrizan
cerca, pero pronto se aburren de ellos y los tiran[29].
Parecen no poder dibujar más que líneas rectas, y eso con gran esfuerzo y
concentración [30]. Los
únicos adornos que llevan son collares, mayormente de protección ante los
espíritus y con escaso valor estético,[31]
y los únicos instrumentos no desechables que construyen son arcos y flechas (de
gran tamaño). Los demás útiles que realizan son de corta duración. Incluso las
barcas que fabrican duran poco [32],
las barcas resistentes las roban a otras tribus, y siguen haciéndolo pese a que
se les enseñó a fabricarlas, aduciendo que “los Pirahã no fabrican barcas”[33].
Del mismo modo, cuando se les intentó enseñar a leer y escribir aprendían con
relativa normalidad, pero se reían porque decían que las palabras sonaban
“como” en su lenguaje. Cuando Everett respondió que eran de su lenguaje ellos respondieron “oh, no, nosotros no
escribimos nuestro lenguaje”[34].
Poco a poco fueron dejando de asistir a las clases.
Esta forma peculiar de conservadurismo proviene de una
forma aún más peculiar de entender el tiempo. La de los Pirahã es sin duda una
de las más originales, y resulta tan radicalmente diferente a la nuestra que
cuesta representársela. También son lingüísticas sus bases, al parecer. Ellos
no tienen equivalentes para palabras tan
básicas para nosotros como ”ayer” u “hoy”. Distinguen sólo tres formas de
tiempo: hoy, otro día y “gran tiempo”. Hoy, evidentemente, se refiere a lo que
ha pasado este mismo día, pero “otro día” y “gran tiempo” abarcan una pequeña o
gran distancia temporal hacia el futuro o
hacia el pasado. Es decir, que su concepción del tiempo es concéntrica[35].
Esto, en el habla, se puede solucionar especificando detalles del día en
concreto, si es relevante, pero, por otro lado, se trata de un esquema tan
circular que propicia que los días y el transcurso del tiempo no tengan mucha
trascendencia más allá del momento reciente. O bien, nunca se sabe, fue su
forma de entender el tiempo fue la que se reflejó en su idioma. En todo caso,
en cierto sentido viven en un presente eterno. El poco interés por el devenir
está firmemente anclado entre los valores capitales de su cultura, y presenta
muchas manifestaciones. Por ejemplo, fabrican cestas en material frágil que
sólo les sirven para poco más que la urgencia presente, cuando saben que con
otros materiales y usando la misma técnica durarían mucho tiempo y no tendrían
que estar construyéndolas afanosamente una y otra vez. Ni siquiera tienen forma
de conservar la comida, cuando otras tribus sí se las han arreglado en el mismo
medio.[36]
Su visión del tiempo se ve confirmada por su vida diaria: en
general no se habla más que del futuro próximo (no del lejano) y no existen
ritos de paso, ni ningún ritual en general, más allá de la danza, en la que no
intervienen instrumentos musicales [37].
Hemos de tener en cuenta, en relación con esto, que un modesto enterramiento
puede ser una cuestión práctica de limpieza del espacio público más que una
ceremonia. Cada día se sienten contentos por haber saciado sus necesidades y no
aspiran a otra clase superior de
gratificación [38]. Nunca
se les oye decir que están inquietos, e incluso carecen de una palabra que
exprese la idea de “preocupación”[39]
Uno de sus principales valores es el de “no contarle al otro lo que ha de
hacer”, ni siquiera a los niños (a los que se les habla como si fueran adultos,
hasta el punto de que participan a veces en las abundantes escenas de sexo[40]
). Su sistema ha sido descrito a veces como comunismo primitivo, no muy
frecuente en la Amazonia[41],
porque no hay en apariencia órdenes ni jerarquía social (pese a que,
consecuentemente, el que no participe en la caza no comerá luego). Si alguien
destruye la vida de la comunidad el castigo será el ostracismo o la privación
temporal de alimentarse (el asesinato es raro y para casos violentos)[42].
Manifiestan una gran paciencia para mantener su situación de paz casi perpetua,
y muchos de los códigos de conducta son dictados por los espíritus, que se
comunican con un individuo o con varios. Entre el ostracismo y los casi siempre
acertados consejos de los espíritus se configura el sistema de coerción social,
muy relajado en comparación con otros.
La igualdad entre sexos es bastante pronunciada, y hombres
y mujeres cazan y cuidan la casa alternativamente (en el tema de la caza las
mujeres parecen ser más aventajadas, aunque ellas no utilizan ni arco ni flecha).
Trabajan unas cuatro horas al día, y pasan el resto del tiempo charlando,
perdiendo el tiempo o contando chistes sexuales sobre las esposas de los otros
(en los hombres)[43]. No
poseen, al parecer, una estructura social opresiva. Cuando un varón y una mujer
comienzan una familia simplemente se van a vivir juntos (he de notar aquí que
“amor” para ellos se dice como “querer mucho”, rasgo que comparte
arbitrariamente con el español, como la distinción entre “ser” y “estar”[44]).
Su sentido del humor es bastante infantil, dado al slapstick, y es lo que el señor Everett más dice echar de menos de
ellos[45].
En términos de valores éticos, parece serles ajeno el valor
de la castidad, hablan de sexo sin tapujos y lo intercambian sin problemas por
alimentos o herramientas[46].
No obstante, poseen un gran sentido del ascetismo. Duermen poco, breves siestas
a lo largo del día y, menos frecuentemente, de la noche, de las que ninguna
supera las dos horas por regla general,, [47]
y muchas veces pasan hambre teniendo alimentos a su disposición[48].
Esto responde a una idea de lo que ellos denominan “volverse duros”: no comer
ni dormir más de lo estrictamente necesario, ni querer más objetos de los que
ya tienen (los objetos nuevos suelen despertar un vivo interés, pero al poco
tiempo acaban tirados por ahí, por prácticos que fueran). También incluye, a
veces, que personas en apuros, hasta en peligro de muerte, no pidan ser
auxiliadas y que los otros, al saberlo, no actúen por respeto. Esto, junto a la
poca protección hacia los niños, considerados siempre adultos conscientes de lo
que hacen, ocasiona que la selección natural esté macabramente presente.
Desprecian a otras tribus y otros idiomas, aunque en un principio les
despierten curiosidad. A los extranjeros les confieren un nuevo nombre en su
lengua, y a veces confiesan no creer que hablen su idioma incluso tras años de
conversaciones con ellos [49].
Para ellos, sólo los Pirahã hablan Pirahã, y son Pirahã, entre otras cosas, por
seguir una dieta particular.
Su actitud hacia los extraños es de cierto interés,
mezclado con orgullo de colectivo. Se llaman a sí mismos los “erguidos” (Hi’aiti’ihi’
[50], Pirahã es sólo para los antropólogos),
y a todos las demás personas o idiomas los califican de “torcidos” o “cabezas
torcidas” [51].
Muestran interés por otras lenguas, pero cuando se les trata de enseñar
palabras las califican de “feas”. Actúan, en general, con la actitud del que
cree tener la suerte de nacer en el mejor lugar del mundo (aunque en realidad
no poseen conceptos como el de “mundo” o el de “suerte”, y sólo lo expresan alabando
las virtudes del sitio tan bueno en el que viven[52],
hasta el punto de creer que los antropólogos están allí por ellas).
Volviendo a sus particularidades meramente lingüísticas,
la suya es la única lengua conocida que no tiene palabras para los colores
(sólo se pueden expresar con construcciones como, por ejemplo, “sangre” -rojo-,
“la sangre está sucia” –negro- o “no está maduro” -verde-)[53].
De todos modos, tampoco es imperativo nombrar esas divisiones artificiales y
subjetivas en el espectro lumínico. Artificiales porque no existen de suyo, y
subjetivas porque el dónde hacer los cortes lingüísticos entre los matices es
algo que cambia según el medio en el que el sujeto se ha criado (un ejemplo
clásico son los muchos nombres con los que los esquimales distinguen sin
dificultad los tipos de blanco nevado)[54].
Ahora bien, esta división abstracta del espectro lumínico tiene un análogo muy
significativo en la división abstracta del “espectro” de las cantidades, que en
su versión más afinada da lugar al número. La diferencia es que el color es
algo percibido sensorialmente, por lo que sí existe el concepto, aunque no la
palabra.
Otra división de la que carecen es la que sirve para la
orientación espacial. No poseen conceptos abstractos como nuestros “derecha o izquierda”
o “norte, sur”. No les son necesarios porque conocen muy bien el entorno en el
que viven, y se orientan señalando hitos en la geografía o la vegetación (como
ríos o árboles). Es lo que se denomina “un sistema de dirección absoluta”, y es
un sistema que no usa referentes internos, es decir, del cuerpo (mi derecha o
mi izquierda) para orientarse, sino factores puramente externos [55]
Pero no acaban ahí las aparentes “carencias” de su lengua,
que por supuesto no son tales. No tienen originariamente pasado o futuro como
tiempos verbales (sólo “pequeño” y “gran tiempo”), ni lubricantes sociales de
primer orden (como “hola”, “gracias” o “disculpe”).[56]
Tampoco términos de cuantificación (“todos”, “algunos”..), determinantes (por
ejemplo, para decir “se comió toda la carne” dicen algo así como “se comió gran
parte de la carne”[57]) ni pronombres personales genuinos (siendo los
que usan un préstamo del Nheengatu, una lengua franca del siglo XVII[58]).
Sólo poseen ocho consonantes (siete las mujeres[59])
y diez fonemas en total, convirtiéndola en la lengua más simple que se conoce
en el apartado fonético (tiene una consonante menos que las lenguas rotokas[60]).
Su sistema de filiación (reconocimiento familiar) es
también el más simple que se conoce:
sólo hay una palabra para los mayores (baíxi), otra para los hijos (xahaigí ), dos
para hijo o hija (hoagí/hoísai o kai) y piihí, que viene a significar hijastro, hijo de
padre o madre muertos o favorito, entre otros. Únicamente existen, pues,
a nivel generacional, dos palabras para nombrar al parentesco, la generación de
uno (en la que todos se llaman “hermano”) y la superior.[61]
[62]
El minimalismo de este conjunto de reglas permite matrimonios que en muchos
otros sitios se aproximarían a lo que es visto como incesto.[63]
Su lengua puede ser modulada de muchas maneras: hablada,
tarareada, murmurada, entonada o silbada. Las madres suelen enseñar la lengua a
sus bebés tarareándola, y la lengua silbada está reservada a los varones, como,
sin que se sepa por qué, sucede en casi todos los idiomas silbados conocidos [64].
Esta musicalidad de la lengua tiene un punto cumbre cuando uno de ellos ha
tenido una experiencia que quiere contar a la comunidad. Entonces comienza a
entonar, sílaba por sílaba, acentuando la musicalidad típica de su idioma, el
auditorio empieza a repetirlo con una sílaba de retraso, y juntos narran la
historia[65].
En comparación con tantas formas de usar el idioma, el
nuestro, con todos su colores y números, puede parecernos pobre. Es verdad
que también poseemos esas maneras de modular, pero para nosotros lo normal es
hablar, y las demás son excepciones para ocasiones más puntuales. Frente
a las acusaciones de simplicidad degenerativa que los Pirahã han recibido,
Everett declara que “nadie debería extraer la conclusión de que el lenguaje Pirahã
es primitivo. Tiene la morfología verbal más compleja de la que yo sea
consciente y un perturbadoramente complicado sistema prosódico. Los Pirahã son
la gente más brillante, agradable y divertida que conozco. La ausencia de
ficción formal, mitos, etcétera, no significa que no jueguen, mientan o no
puedan hacerlo. De hecho, disfrutan mucho haciéndolo, particularmente a mis
expensas, siempre con buena intención. Cuestionar las implicaciones de la lengua
Pirahã para el diseño del lenguaje humano no equivale a cuestionar su
inteligencia o la riqueza de su conocimiento y experiencia cultural”[66]
Añadamos a esto sólo que, debido al complejo sistema de sufijos verbales, cada
verbo puede tener 65.536 formas distintas (el número en la práctica es menor
debido a reglas de incompatibilidad de sufijos).[67]
Lo cierto es que el lingüista norteamericano y su familia
han los únicos que han tenido una larga experiencia de convivencia con la
pequeña tribu, y, pese a que se suele admitir la validez de la mayoría de sus
conclusiones, suele haber aún mucha controversia en lo que respecta a la
recursividad [68] (en
opinión de quien esto escribe, lo menos fascinante de todo). No se debe, de
todos modos, acusar al ex-misionero de ser el único que ha trabajado con ellos
(pese a que ningún otro occidental ha vivido entre ellos tanto tiempo, se han
hecho múltiples experimentos[69]
y el psicólogo cognitivo Peter Gordon, de la Universidad de Columbia, los
estudió durante años tras un férreo escepticismo inicial [70]).
Everett, por otro lado, anima a los investigadores a ir por su cuenta a
estudiarlos y sacar sus propias conclusiones, aunque, y pese a la resistencia
que los Pirahã han demostrado a cualquier intento de alterar su cultura, teme
la destrucción física de su entorno a corto plazo, así como el intento de
inocularles una mentalidad materialista por parte de otros occidentales [71].
Por último, lo que sí está claro es que parece ser gente muy risueña y
despreocupada, que vive una vida carente de aspiraciones pero alegre al fin y
al cabo. Hace un par de años, el jefe de un equipo de psicolingüistas del
Instituto Tecnológico de Massachusetts (que estuvo unos días cerciorándose de
la verdad de algunas de las afirmaciones que usted acaba de leer) no pudo
evitar asombrarse de cómo eran “la gente más feliz que he visto”[72].
Si bien ha habido casos en la historia de pueblos que han
engañado a los antropólogos (muy frecuentemente con la mediación de otros
occidentales [73]), a
quien esto escribe le parece bastante lógico que una cultura tan conservadora
sirva para justificar esa ausencia de habilidades en comparación con otros
grupos humanos que les confiere un idioma tan particular, y viceversa (que una
imagen del mundo tan poco flexible a adoptar rasgos de otras, influida por el
idioma, sólo pueda conducir a una cultura muy conservadora). Realmente, el
asunto de los Pirahã no debería de preocuparnos demasiado por las posibles
inexactitudes, posibles en todas las facetas de la ciencia, respecto a su forma
de ser-aunque por otro lado merecen mucho más estudio-, sino por algo muy
diferente, y es el recordatorio inevitable de que aproximadamente cada dos
semanas, sobre todo debido a la occidentalización desenfrenada que como
occidentales y beneficiarios que somos no podemos sino catalogar de progreso,
desaparece una lengua en el mundo[74].
La principal razón es la asimilación de sus hablantes a una lengua mayoritaria
que les permita encontrar trabajo y medrar con más facilidad. Con ellas se
extinguen tradiciones, técnicas, recetas, arte, conocimiento del entorno pero,
sobre todo, claves para la auto-comprensión que sirven para todo el género
humano.
Apéndice:
Si el lector tiene interés en
profundizar en el asunto, la bibliografía recomendable es inequívoca: Don’t Sleep, There are Snakes: Life and
Death in the Amazonian Jungle, de Daniel Everett, publicado por Pantheon
Books (América) y Profile Books (UK) en 2008 (el título proviene de la peculiar
manera que tienen de desearse las buenas noches). Transmite de forma muy amena,
además de la información esencial sobre este pueblo, la experiencia de la vida
en la selva y algunas ideas interesantes de la lingüística. No conozco
traducción al español. La versión que he encontrado, en francés, se llama Le monde ignoré des indiens pirahã, y
fue editada por Flammarion en 2010.
Por último, si hay interés en
conocer cómo suena su lengua, en el siguiente vídeo podemos contemplar a uno de
ellos hablando, con subtítulos en Pirahã. Ciertamente parece muy feliz.
[6] Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs ,
Ed. Flammarion, 2010, pg 253
Aquí el artículo en inglés http://www.chomsky.info/articles/20021122.pdf
[12] http://axxon.com.ar/not/173/c-1733015.htm
Artículo en el que se expone esta idea: https://docs.google.com/viewer?a=v&q=cache:qWlOKMaR5ucJ:www.icsi.berkeley.edu/~kay/Everett.CA.Piraha.pdf+Cultural+Constraints+on+Grammar+and+Cognition+in+Pirah%C3%A3&hl=en&gl=us&pid=bl&srcid=ADGEESiKXnsAroHCJ8Sl28Hmay5RGLa_eA8wpNeIaZE3b488cQc5VgNPOtoQibjF0_g9LP7Y9aV4NFu1SpdFfn90hr-kN8_7UhzzURHqJXJX1_1sxmejzIef8F3UQKcV-TuK8cdFPLXU&sig=AHIEtbQ0vhzZNt5_jiqVqHHuHLPvZYVgbA
[20] Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs ,
Ed. Flammarion, 2010, pg 176
[21]
Daniel Everett, Le monde ignoré
des indiens pirahãs , Ed. Flammarion, 2010, pg. 15-17
[22] Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs ,
Ed. Flammarion, 2010, pg. 186
[27] Ibid.
[28] Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs , Ed. Flammarion, 2010, pg. 116
[36] Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs ,
Ed. Flammarion, 2010, pg,
112
(capítulos del 20 al 25)
[39]Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs , Ed. Flammarion, 2010, pg. 351
(capítulos 20-25)
(cap. 20-25)
[47] Ibid
(cap. del 39 al 41)
[53] Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs ,
Ed. Flammarion, 2010, pg 161
[54] No
obstante, Paul Kay y Brent Berlin, profesores de la Universidad de California
en Berkeley, han desarrollado la teoría de que la clasificación de colores
opera de forma similar en todas las culturas debido a las semejanzas del
funcionamiento cerebral. Quizás en casos como el esquimal la diferencia se
sustente también en elementos externos al color.
[55] ibid
[57] Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs ,
Ed. Flammarion, 2010, pg 164
[63] Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs ,
Ed. Flammarion, 2010, pg 124
[66] http://www.celtiberia.net/articulo.asp?id=2632#ixzz1toyL3T3d
[67] Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs , Ed. Flammarion, 2010, pg
[74] http://learningenglish.voanews.com/content/a-23-2009-12-01-voa1-83142452/130107.html
Un ejemplo que afecta concretamente a los Pirahã, en una noticia no muy antigua
http://www.mexicoambiental.com/mundo/general.html.
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