miércoles, 22 de mayo de 2013

III. Mandrax.





¿Veis a ese desecho de caballera espesa?

  Parece abrigarle una profunda necesidad de sacrificio, autocontrol y hambre.

  Es difícil volver sobre algo desordenado con lo que te sientes satisfecho. Igual a estar encerrado en una habitación donde ningún analgésico mitiga el dolor ante la ausencia de un amor disperso.

  Nunca ha podido elegir la clase de libros que quería escribir, o los poemas, o las mujeres a las que quería amar o las vidas que deseaba vivir.

Lo malo no son sus quemaduras sino lo inane de su cicatriz.